La próxima Luna Nueva se produce el día 24 de
julio a las 16:10:55 (hora local de Buenos Aires), en el grado 2°08′ de Leo, y
se forma en oposición partil a Plutón. Este tipo de configuración en una carta
mundial plantea un conflicto entre la energía solar de inicio y afirmación, y
la potencia transformadora, crítica y a menudo disruptiva de Plutón. Nos
enfrentamos así a un ciclo que no comienza en terreno despejado, sino que exige
desarraigar lo viejo antes de construir lo nuevo. Este evento, lejos de
representar un comienzo simple o espontáneo, nos enfrenta a procesos de
transformación profunda, a tensiones de poder y a una necesidad ineludible de
replantear estructuras tanto individuales como colectivas.
En este
contexto, el análisis de la carta de la lunación levantada para Buenos Aires
cobra especial relevancia. Al ubicar la Luna Nueva en el eje de las casas II y
VIII y presentar una figura dominante de Marte angular en el Medio Cielo, el
cielo sobre Argentina pone el foco sobre cuestiones económicas, tensiones
institucionales y posibles escenarios de conflicto que exceden lo personal y
alcanzan a la esfera pública. Las configuraciones presentes activan también
elementos fundamentales de la carta del Ingreso Solar, sugiriendo que esta
lunación no sólo inaugura un nuevo ciclo mensual, sino que reaviva temáticas
que han venido gestándose desde el inicio del año astrológico.
En el plano mundial, una Luna Nueva opuesta
a Plutón plantea una tensión entre el impulso de comenzar algo —propio de toda
lunación— y la necesidad de enfrentar dinámicas de poder, transformación o
crisis que no pueden ser evitadas. Esta oposición, cuando se presenta en
una carta de lunación mundial, tiñe el ciclo de intensidad emocional,
enfrentamientos soterrados y procesos de cambio que surgen por necesidad, no
por voluntad.
Su cuadratura con Venus, que se encuentra en
Géminis, refuerza el conflicto entre acción y deseo, entre método y dispersión,
entre lo que se ejecuta con pragmatismo y lo que se desea.
En un sentido más amplio, este Marte elevado y
afilado en el Medio Cielo de Buenos Aires podría traducirse en un clima de
confrontación, reclamos, medidas técnicas impopulares o decisiones incisivas
que afectan la economía, los vínculos laborales o incluso los valores sociales
que estructuran la vida pública.
A su vez, Saturno de la carta de la lunación
—presente en la Casa IV en Buenos Aires— se encuentra en conjunción al Sol del
Ingreso Solar en Aries, reforzando la idea de que
esta lunación activa elementos ya planteados en la carta del año. La figura
sugiere desafíos en temas de autoridad, esfuerzo sostenido o restricción, y
marca un período donde la figura del poder o del gobierno se encuentra bajo
presión, cargada de mayor responsabilidad, aunque con escasa capacidad de
maniobra.
Así, la tensión entre el impulso marciano
en el Medio Cielo de la lunación y el Ascendente pisciano del Ingreso puede
manifestarse como un contraste entre la necesidad de dar una imagen firme,
resolutiva o eficiente en lo público, y una realidad subyacente de fragilidad,
improvisación o descoordinación estructural. También puede hablar de un ciclo
donde las decisiones visibles contrastan con las dinámicas invisibles del
poder, o donde lo que se muestra está cuidadosamente construido para ocultar el
verdadero núcleo de las problemáticas. Esta lunación no pasa desapercibida: pone en juego tensiones profundas
entre lo viejo y lo nuevo, entre el poder consolidado y la necesidad de
renovación, entre la autoridad y el reclamo. Desde su eje II/VIII, compromete
directamente los recursos, los valores y las estructuras de sostén económico
tanto a nivel colectivo como institucional. La angularidad de Marte en el Medio
Cielo, su conjunción con el Nodo Sur y su oposición a Saturno del Ingreso Solar
delinean un escenario donde las decisiones públicas estarán marcadas por la
presión, la reacción o la imposición de límites, muchas veces sin el consenso
necesario.
En este contexto, la figura de Saturno, en
conjunción al Sol de la revolución del mundo, parece recordar que sólo a través
del esfuerzo sostenido, la prudencia y la madurez institucional será posible
atravesar este período sin incurrir en nuevas fracturas. No se trata de
evitar el conflicto, sino de canalizarlo de forma estructurada, con
responsabilidad y sin perder de vista la dimensión simbólica de esta Luna
Nueva, que exige dejar atrás viejos patrones para dar lugar a una forma más
auténtica y coherente de ejercer el poder, tanto en lo personal como en lo
colectivo.
En el plano mundial, una oposición de esta
naturaleza sugiere el inicio de un ciclo marcado por confrontaciones
soterradas, crisis de autoridad o redefiniciones intensas que emergen desde lo
más oculto del tejido social.
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